sábado, 23 de marzo de 2013


Supongo que estoy triste. O que este es mi estado natural, cuando nadie me ve, y yo me veo todo el tiempo como si fuera otra persona...frente al amarillento mapa de un tesoro, que a lo mejor es un libro de Verne, y a lo mejor eres tú. ¿Qué hacer con él, contigo, y con este miedo a los cuchillos que tengo en mi mano? La ventana del techo está abierta, aunque es de noche y hace frío...pero dentro de mí también es de noche y hace frío.
Imagino tus pocos años. La primera vez que abriste un ejemplar de tu libro favorito. Tus ojazos bebiendo aquellas frases como rones dorados, imposibles en un París que extraña el otoño y a Vallejo. Tus dedos acariciando la piel de las palabras, por la pura lujuria del sentir, y porque te supiste ciega de repente. La sonrisa a solas cuando un verso te dijo algo que ya sabías, pero que aún no habías aprendido. El dolor ajeno del poeta...como tu propio dolor, que venía en camino.
Tal vez recorriste un cuerpo ajeno y desnudo para leer en él tu futuro o te acariciaste el brazo para tocar a un ser humano, o te asaltó la urgencia de llamar a alguien a las cuatro de la mañana para compartir la buena nueva de unos poemas que no envejecen. Quizás lloraste de emoción en un parque de pena en un desfile triunfal de amor contra una almohada desconocida de alegría por saber que nunca mas estarías sola mientras tuvieras un libro como el que sostengo en una mano y sus canciones de sirena, en la otra el cuchillo y el cigarrillo a punto de suicidarse desde el cenicero como si no conociera su lento destino de brasa.






the way you shine, miss independent







Yo aún creo que ella es mi gran amor...
Pero cometí un error.
Ella nació en Gijón.
Y yo nací perdido.
Culparé siempre a un giro del destino.

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